2.2

Bueno, lo que pasa es que estoy esperando a alguien que me tiene que traer algo muy importante, no puedo viajar si no, y me acaba de mandar un mensaje que-

La señora te agarra la mano. Te aprieta los dedos como si quisiera quebrártelos, pero su mirada rebalsa de algo que se parece a la ternura. Sonríe.
   
Está bien querida, no hacen falta tantas explicaciones. Hubieras empezado por ahí. 

Sin soltarte le hace una seña a alguien a tus espaldas. Antes de que atines a darte vuelta tenés al lado a un barrendero, que sin mirarte saca de su carrito un paquete envuelto en papel madera y te lo aplasta contra el estómago. Por acto reflejo, lo agarrás. El hombre desaparece tan rápido como vino.

Escuchame. No mires atrás ni a los costados para no levantar sospechas. Tenés poco tiempo. El Profesor te está esperando abajo del reloj. Apurate. Sobre todo no mires a nadie a los ojos. No te hagas notar. Y no lo vuelques.

Te suelta la mano y deja caer la persiana detrás de la ventanilla. Estás sola. Mirás la caja: el papel está manchado de aureolas de mate, cenizas y helado, pero no tiene nada escrito. Estás aterrada; la señora logró contagiarte una sensación de urgencia y pánico que te supera. Sin pensarlo, echás a caminar a lo largo del corredor, con el bolso al hombro y la caja entre las manos. ¿Qué reloj? No te atrevés a preguntarle a nadie. Hacés memoria: creés recordar que hay varios digitales, de números rojos, repartidos a lo largo del pasillo principal, y uno antiguo, redondo y con agujas, en alguno de los bares. ¿Pero estás segura de que querés buscarlo? Tratás de pensar en frío mientras seguís caminando, con la mirada perdida en el piso o en el techo. A unos metros asoma el cartel de un baño. Tal vez lo mejor sea detenerte a reflexionar y de paso inspeccionar la caja que estás llevando. 

Por algún motivo que no te llegás a explicar, abandonarla no es una opción.



Si te encerrás en el baño, metete rápido acá.

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